“El zorro y el cuervo”: una fábula sobre la confianza

Evita los abusos de confianza. Arriba en la rama de un árbol, había un cuervo con un pedazo de queso en su pico. De pronto, un zorro que rondaba por ahí se acercó justo debajo de donde el cuervo posaba; atraído por el apetitoso manjar de su pico, le dijo sonriendo:
–¡Buen día, señor cuervo! Qué bello plumaje luce hoy, es toda una imagen digna de su elegancia. Y su pico, grueso y firme, un ejemplo verdadero de su temple e inteligencia. Pero me intriga mucho conocer qué palabras dulces puede expresar con su canto, pues sé que usted es alabado por muchos animales como el rey Fénix de todo el bosque.
Cautivado por aquellas palabras, el cuervo abrió grande su pico y dejó caer el pedazo de queso. Sin demorar un segundo, el zorro lo atrapó y burlándose le dijo:
–Oh, buen señor cuervo, recuerda que el crédulo es ciego porque confía en cualquiera que ofrece cumplidos, y el sabio nunca cae en esas trampas porque distingue la verdad de la mentira a través del conocimiento de sí mismo.
Aprendida la lección, el cuervo graznó furioso mientras el zorro escapaba lejos con el queso entre sus dientes.

La confianza es valiosa, pero también delicada

Mediante esta representación de la fábula de “El zorro y el cuervo” de Jean de La Fontaine, podemos observar cómo la confianza, una cualidad esencial para cualquier tipo de relación interpersonal, puede ser traicionada por cualquiera que se aproveche de los demás con un fin egoísta. Evita los abusos de confianza. Como seres humanos con necesidades biopsicosociales, dependemos de la confianza para así formar vínculos de respeto y armonía con otros, y crecer en comunidad dentro de un mismo espacio; por ello, es importante saber cómo darla y recibirla como parte de nuestras habilidades básicas de conectar e interactuar con otras personas. Del mismo modo hemos de aprender cuándo, cómo y con quiénes compartirla, pues la confianza es valiosa pero también delicada. Construir la confianza con otra persona requiere de mucho tiempo y esfuerzo para que exista una relación sana y duradera; sin embargo, basta con un pequeño acto de traición para destruir dicha relación. Si la otra persona no está dispuesta a corresponderte con el mismo respeto y sinceridad que le ofreces, difícilmente logrará empatizar contigo. Por eso la confianza no sólo debe fundamentarse en nuestra capacidad para abrirnos emocionalmente con otros, sino también en nuestra capacidad de juzgar sobre quién es digno o no de nuestra confianza. Y la mejor manera de hacerlo es gestionar de poco en poco nuestra confianza en cada una de nuestras relaciones, ya sean familiares, de amistad, pareja, laborales e incluso entre servicio-cliente y empleado-empresa.